Iniciemos con una tesis que a primera instancia pudiese parecer provocadora, "No existe nación en cuanto tal, sino conciencias de clase en desarrollo". Esto quiere decir que la noción "nación" es una abstracción general, un puro producto del pensamiento. Una categoría propia de la Sociología Teórica, con la cual se designa el nexo social, por ende históricamente formado, necesario y de larga duración, que se establece en una dada articulación agrupacional humana establecida sobre la base de una comunidad de clase y su correspondiente (o no) comunidad de Estado. En segundo lugar, que la nación encuentra su concreción en un determinado Sujeto Histórico, por ende, portador de una clara conciencia de su rol como realizador de una necesidad de la historia.
Así en la historia pensada sociológicamente la nación es un hecho, objetivo y recurrente al sello que le imprime cada clase social en una determinada época concreta, correspondiente al grado de desarrollo organizacional alcanzado en la vida social.
Stalin en un artículo suyo de 1904, fundamentando esta cuestión del destacar la ubicación de clase dentro de cualquier movimiento nacional, apuntó: "La cuestión nacional sirve en las distintas épocas a distintos intereses y adopta distintos matices según la clase que lo promueve y la época en que se promueve".
De eso se concluye que existen, esencialmente, tantas nociones de nación como clases fundamentales compiten y se suceden dentro de los marcos de la Formación Económico-social capitalista en nacimiento, afirmación y desarrollo hacia una forma de organización económica de la vida social más avanzada, superior y racional. De ahí que sólo haya habido y hay una nación burguesa y, hoy, hay y se afirma una nueva nación, con vocación de poder, consciente de su misión universal y constructora de otra historia: la proletaria. Precisamente eso es lo que afirmará Carlos Marx, en 1848,
"Por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués". (Marx y Engels, El Manifiesto del Partido Comunista. O. E., pág.48. Editorial Progreso. Moscú).
Esta vocación de representación de lo nacional de la clase obrera, surgida como negación de aquella nacional burguesa, expresa el tendencial proceso histórico a la superación de la estrechez nacional del interés de clase, de la nación misma en general, superándola por la vocación a la unificación de la humanidad trabajadora socializada. A grosso modo tal es la diferencia esencial, entre la visión y línea de la nacionalidad burguesa hacia la internacionalidad de la humanidad basada en la violencia y la explotación del hombre por el hombre, basada en la perpetuación de desigualdad nacional, y aquella de la clase proletaria que, partiendo de la situación concreta de la inmensa mayoría de la población mundial, explotada económicamente y oprimida políticamente, se impone como tarea la unificación de todos los trabajadores independientemente del origen nacional y de cualquier limitación geográfica. Somos nacionales, no "nacionalistas" que quede claro, pero, por lo menos dentro de un prolongado período histórico, extensible inclusive hasta el completamiento de la primera fase de la sociedad comunista, hemos de asumir la bandera de la dirección de los intereses nacionales.
Por lo que, desde Marx y Engels lo sabemos, pese a una dogmática interpretación de sus palabras del Manifiesto ("Los obreros no tienen patria"), no hay una contradicción antagónica entre nacionalidad e internacionalidad. Tanto Lenin, como Stalin y Mao, en sus numerosos escritos sobre la Cuestión Nacional como en su labor práctica revolucionaria resolutiva de la misma así lo han demostrado.
¿Qué significa esto? Esto significa que existe un indisoluble entrelazamiento entre la lucha de clase de los trabajadores y aquella de liberación nacional de los pueblos oprimidos por el imperialismo. Siendo el enemigo más firme de la opresión de clase, el proletariado no le puede ser indiferente la lucha de los pueblos nacionalmente oprimidos por su liberación. De aquí se derivan tres conclusiones obligantes para la clase de los proletarios. Primero que es su deber sostener y luchar por encabezar a todo movimiento de liberación nacional de su pueblo por romper las cadenas del yugo imperialista. En segundo lugar, en ningún momento se debe olvidar que la solución de la cuestión nacional está subordinada a la cuestión más general de la propia emancipación social del yugo del capital. En tercer lugar, que en los marcos de una nación, ya burguesa o ya socialista, establecida territorialmente existen o coexisten nacionalidades y naciones retardadas en su formación, con derechos nacionales mermados o negadas en su existencia nacional, o ya en pleno goce de los mismos.
Los acontecimientos desde entonces, tanto en China, como en Cuba, Viet Nam, Kampuchea Democrática y en tantos otros países en que la guerra revolucionaria de liberación nacional, sea contra los colonialistas imperialistas o ya sea contra los fascistas interiores a su servicio, lo ha demostrado fehacientemente.
Esa realidad socio-política histórica concreta ha generado como interés, de clase en su esencia, de hecho: el nacionalismo. Que vendría a ser el enlace de lo político con lo psicológico e ideológico expresado en conciencia nacional. Por medio de la cual se refleja el interés de clase de aquella portadora de la forma de organización de la vida productiva más avanzada y progresista, convertido en interés nacional del conjunto del cuerpo social y que aquí encuentra su base de apoyo de masas. Eso porque la nación, como conjunto organizacional objetivo es un conglomerado (jerarquizado) de clases sociales conjugadas por una determinada coexistencia antagónica, por su esencia, a la vez que por una relativa solidaridad interclasista y mentalidad de aceptación-subordinación. Sobre la base de la cual se establece una cierta alianza de clases.
De tal relativa solidaridad interclasista, de esta coalición social de base y cúpula, se ha de desprender, como reflejo de primera instancia, una forma de existencia espiritual, ideológica-cultural, común. En concreto expresada como dominación ideológica de clase burguesa, en esos momentos la más avanzada culturalmente y la más activa políticamente, la que ha de asumir desde esos instantes la función de ideología de poder de la clase hegemónica. Esta ideología de poder deviene realidad material cohesionadora, y con la estructuración del nuevo poder estatal (ya como Monarquía Absolutista o ya constitucionalista, en la postrimería del Feudalismo Tardío, o bien con la conquista del Poder Político autonómico y la soberanía popular en el ámbito ya citadino o ya nacional), en ideología nacional-estatal dominante. Así la ideología de poder de la clase de vanguardia se convierte en ideología de poder de la clase políticamente dirigente.
En otras palabras, tenemos nación, clase portadora de lo nacional e ideología nacional (o ideología del poder). Todo lo cual en su desarrollo ha de justificar la demanda de la generación y edificación de un Estado Nacional (burgués), homogéneamente independiente y nacionalmente homogéneo, y democrático (burgués). A la vez que desde éste Estado Nacional ha de consagrar, reproducir y defender su monopolio, exclusivista o en alianza de clases, de la dominación política y cultural sobre el resto de las clases subordinadas y reconocentés de su papel dirigente, y, de vocera representativa de la "voluntad" de la nación. Así la clase burguesa devenida en nueva clase dirigente nacional, usufructuando el poder de la violencia organizada del Estado (Ejército, policía, burocracia gubernamental y el entramaje del orden jurídico) y contando con el recurso del nacionalismo (ideología política, jurídica, filosófica, moral y cultural), se convierte de fuerza material real en fuerza ideal real.
En los períodos históricos en que la clase dominante controla firmemente el poder, ella llega a mantener el conjunto del cuerpo social, a despecho de todas las diferencias y contradicciones, en una misma concepción general del mundo y esta concepción general pasa entonces por "natural". El hecho de que está visión del mundo pasa durante siglos por la única verdadera y que ella se refuerza con el peso de las tradiciones dentro de las cuales cada uno nace y se desarrolla, explica su continuidad, mucho tiempo después que la base económica y la formación social que la han generado hayan desaparecido. En fin que, las ideas y las formas de la conciencia nacional tienen una vida mucho más prolongada que los propios modos de producción que le sirven de base y origen. Ella sigue subsistiendo, aún si su función social y política haya cambiado de contenido.
Esto tiene una gran importancia para la revolución socialista y constituye una de las justificaciones de la dictadura del proletariado. Como también explicaría el por qué, luego de la liquidación de la dictadura del proletariado en la URSS y de las dictaduras democrático populares de Europa Oriental, a partir de 1956, del renacimiento del chovinismo gran ruso y del estallido generalizado de reaccionarias guerras étnicas por esos países. El cómo la resolución socialista de la cuestión nacional, acercamiento proletario entre naciones socialistas y convivencia social y nacional, luego de la restauración capitalista, saltó por los aires y se abrió paso a sangre y fuego al nacionalismo burgués imperialista y/o comprador, subsistentes en la mente de la gente.
De ahí, podemos concluir, la impregnación de lo nacional en una formación económico social por una clase que la ha dominado de largo tiempo resulta una fuerza muy potente y resistente. Derrocar la dominación de esta clase implica un combate intenso y prolongado perviviendo el sentimiento y la idea nacional, de la burguesía, por lo cual la lucha no termina con la derrota política de ésta clase. Ella continúa y hace parte del combate por el pasaje a la sociedad comunista mundial y la superación de toda idea nacional por la idea de la internacionalidad conscientemente organizada.
A partir de eso, surge la pregunta ¿existe en Panamá una nación? Contrariamente a lo que piensen los nacionalistas de 3 de noviembre, en nuestra opinión rotundamente no existe eso de una "nación panameña". Existe una nación sociológicamente concreta establecida en el Istmo de Panamá. Aunque no, precisamos, en el sentido que le asigna el nacionalismo burgués semifeudal o en el tradicional criterio que le ha asignado la intelectualidad nacionalista pequeñoburguesa: de una "nación panameña de todos y para todos" (R. D. Souza, 2006)
Escandalizados por ésta aseveración nuestra preguntarán, a su vez ¿Acaso no existe una historia nacional? ¿No existe un movimiento nacional que ha ofrecido mártires y héroes a lo largo de esa historia? Y a renglón seguido me enumerarán, en aberrante amalgama, a Urraca, a Bayano, a José de Fábrega, a Rufina Alfaro, Justo Arosemena y hasta a los mártires de la Gesta Patriótica del 9 de enero de 1964.
Sin afán de ofenderles digo y redigo, no existe eso de una nación panameña. No existe en la justa medida en que una minoría nacional blanca dominante de origen europeo se cubre con el vocablo "panameña" para hacer pasar la opresión nacional que ejerce sobre minorías nacionales indígenas y afroistmeña, negadas en su existencia nacional, y sometidas a la asimilación forzada.
Es esa minoría blanca dominante de origen europeo, que monopolizadora de la propiedad de la tierra, sirve de base real formativa de las clases sociales -terratenientes y comercial-compradora- económica y políticamente dominantes, la que se arroga la representación de la comunidad como "panameña". Ella es y personifica a la dicha nación panameña, lidera hasta ahora el movimiento nacional burgués y la realizadora de la historia política de su nación en el Istmo.
Sus intereses de clase, sus ideas y visión de lo nacional son las que han permeado toda la historia política y nacional, desde la independencia de España a la fecha. Por lo que, se concluye, que la historia nacional oficial, es la historia exclusivamente de ésta minoría nacional invasora dominante, de esta clase burguesa feudal-compradora y de ninguna otra clase. Históricamente, pues, está comprobada desde la colonia española a la fecha la doble característica del grupo humano dominante en el Istmo, dominación nacional y dominación de clase. Estas dos nociones, "nación" y "clase social", separables sociológicamente, no lo son tanto históricamente. Absolutizar la primera en desmedro de la segunda, sería un grave error. Para el Materialismo Histórico la "nación" presupone en todo momento la división en clases de la dada comunidad humana, aunque la existencia de clases no exige necesariamente la existencia de la nación.
Esta clase, capa dirigente de la minoría nacional blanca dominante de origen europeo, ya para entonces convertida en agente intermediaria importadora e reexportadora del capital inglés en la América insurgente, acicateada, además, por la presión independentista de las capas inferiores de la misma, las que dada su poca incidencia política independiente en la vida urbana, no pudieron imponer su sello en los acontecimientos políticos que comenzaron a ocurrir en el Istmo; y al viraje final de la guerra revolucionaria prolongada independentista en toda América; viose forzada a empuñar la bandera de la emancipación del Istmo del yugo colonial feudal español. Así, a regañadientes y temerosa de perder su rol privilegiado dentro del mercado en formación de las jóvenes naciones americanas, con un relativo movimiento pacífico declara su independencia el 28 de noviembre de 1821.
Lo característico de dicho acontecimiento histórico es que no tocó ninguna de las instituciones del antiguo régimen, así como dejó incólume todo el viejo sistema de relaciones feudo-esclavistas, esto es mantuvo los viejos privilegios, se acomodo a los mismos cargos y dejó en sus poltronas a los mismos personajes que debería haber derribado. En fin, ni generó un nacionalismo progresivo, ni creó su propio Estado nacional, ni quiso impulsar la creación de una República democrática, como tampoco liberó de las cadenas de la opresión cultural-clerical a las masas populares istmeñas.
Luego de la ruptura formal con el colonialismo español, después de 186 años, la nación burguesa compradora, la verdadera y única "nación panameña", ha pasado a la dependencia semicolonial al capital inglés y norteamericano, para transformarse finalmente en neocolonia estadounidense a partir de 1903 a la fecha.
Así, dicha "nación panameña" se ha formado históricamente usurpando territorios de otras nacionalidades, negándolas en su existencia nacional, conculcándolas en sus derechos democráticos a la igualdad nacional y sometiéndolas a medidas burocrático-reaccionarias de asimilación forzada; no oficialización de sus lenguas maternas e imponiéndoles el español como idioma obligatorio; vanificandoles su derecho a sus comarcas territoriales autónomas, autogestionadas y autogobernadas; en fin, desconociendo su derecho a la autodeterminación nacional, implicando su derecho a la separación política del poder central opresor de la minoría oligarca dominante.
Por lo que, en consecuencia, no resulta extraño que mientras no se reconozca el carácter multinacional de esta sociedad semi-capitalista y semi-feudal, mientras no se reconozcan tales derechos nacionales tengan por seguro, paz social ni paz nacional. Tampoco, podrá hablarse de un auténtico orden democrático de convivencia humana en éste país.
Ciertamente, hoy día cuando aún los trabajadores no poseen educación y de experiencia de lucha política, la burguesía y sus aliados más estrechos, el imperialismo y los terratenientes, persistirán en el cubrir sus acciones depredatorias y sus chanchullos políticos recurriendo a la palabra "democracia", para convocar "consenso espontáneo" de la población. Por lo que, realizar para los trabajadores una real democracia, es lo exactamente opuesto a aquel engaño "democrático" organizado por los dictadores que son los grandes empresarios y su políticos, y no simplemente los generales como piensa el común de la gente. Para ello, primeramente, los proletarios y los trabajadores deben poseer el convencimiento de que la democracia realmente existente o aún por conquistar es un medio y no un fin. En segundo lugar, existente el capitalismo, la democracia siempre será lo contrario de lo que se propongan ellos. Esto significa que sin conquistar la democracia, tomar el poder político y devenir nuevas clases dominantes, nunca poseerán una pizca de disfrute de la misma.
Por lo que, la lucha por realizar las aspiraciones democráticas de los trabajadores resulta un aspecto esencial de la lucha por la revolución socialista. La cual exige la construcción de una nueva y real mayoría social antes y en el Estado obrero y campesino. De un Estado representativo de esta nueva mayoría social y política forjada en la alianza de la clase obrera y sus aliados naturales, e impuesta por la fuerza, del fusiles, a los burgueses y terratenientes como a aquellas capas sociales que les sirven de sostén.
Por lo que las aspiraciones de las masas obreras y de las masas trabajadoras, expresadas en el marco de la democracia burguesa, pero perseguida y realizada de manera radical, hasta el fin, se convertirá en democracia proletaria por el derrocamiento del sistema burgués. Eso mismo es lo que nos enseña Lenin, "Desarrollar la democracia hasta el fin... es una de las tareas esenciales de la lucha por la revolución social".
Llegados a este punto de ruptura, la cantidad se transforma en calidad, los derechos conquistados dentro de los marcos de la democracia burguesa se convierten en democracia obrera a través de la revolución proletaria socialista. Esto no es simplemente teoría política, sino un hecho político comprobado ha todo lo largo del siglo XX.
Los reformistas y revisionistas, no curados de ésta lección pagada con sangre obrera, persisten en su sueño loco de medir cuantitativamente la diferencia entre la democracia burguesa y la democracia proletaria, de que basta ampliar las libertades democráticas burguesas (ya etiquetándola de "nacional", "pluralista", "participativa", etc.) para transformar la una en la otra sin pasar por la ruptura cualitativa, esto es por la revolución social.
Evidentemente las masas trabajadoras y las masas populares necesitan y quieren la democracia, una ampliación de las libertades democráticas. Pero, la democracia burguesa, más aun la democracia semifeudal imperante aquí, es radicalmente antagónica a esas demandas. Ellas son el reino de la libertad y del privilegio para los ricos, capitalistas y terratenientes, y un infierno para los trabajadores y el pueblo pobre. Esto es verdad pensando en el pasado -en la independencia de España, en la ligazón política a Colombia, en la fase de la República de opereta yanqui de 1903 hasta la Primera República oligárquica (1946), en la dictadura militar del Crel. Remón Cantera y la veinteñal dictadura militar-fascista de Torrijos-Paredes-Noriega ("tres generales que no hacen uno", como habría dicho Sandino)-, y en el presente.
Eso hoy ha degenerado en un régimen político elitista plutocrático, corporatista y cosmopolita a-nacional, enmascaradamente fascista, en la cual no existen los mínimos rastros de democracia burguesa moderna. Signada por el golpismo que anida en las alturas del poder, el presidencialismo desbordante, la legislación represiva y terrorista del nuevo Duce criollo Martinelli, la integración al Estado de los partidos mediante el mecanismo del financiamiento público, la rapiña de los fondos sociales de los trabajadores y lo escandaloso de la inmoralidad pública elevada a sistema.
El terrorismo policial y judiciario, los escándalos, la corrupción, la inmoralidad y desfallecimiento institucional, contra lo que se pudiese pensar, no son fenómenos desviados, excepcionales o extraños respecto al Estado, a la Constitución y a tal tipo de democracia. S i no que todo ello procede de la putrefacción congénita del sistema oligárquico de poder y que nada ni nadie podrá curarlo. La crisis general de la vigente sociedad y la esterilidad de este tipo de democracia, no la llamada "partidocracia", la que se encuentran en la base del agotamiento histórico de éste capitalismo burocrático-comprador, semifeudal y neocolonial.
Esta democracia burguesa semifeudal está cerrada a la izquierda y abierta a la derecha. Tanto así que, la Constitución y el Código Electoral establecen reglas y vínculos insuperables a la izquierda, procedimientos legales que impiden cambiar la actual relación de fuerza realmente existentes entre las clases, y el que la clase obrera pueda pacífica y legalmente acceder al poder y cambiar este tipo de sociedad. Es inútil por eso hacerse ilusiones constitucionalistas, el engrillarse a sí mismo moviéndose dentro de los marcos de la actual Constitución, ello se traduciría en dar oxígenos a la agonizante burguesía semifeudal y destruir toda perspectiva de un real cambio social.
Esta democracia burguesa, sancionada y defendida por la Constitución, se puede exprimir cuanto se quiera y extenderla al máximo de lo soportable para la burguesía, pero jamás podrá ser llevada al extremo de poner en peligro la propiedad privada capitalista. Ese es su límite sagrado e inviolable.
El Presidente Mao nos alecciona, "Libertad y democracia existen sólo en concreto, jamás en abstracto. En una sociedad en la cual existe la lucha de clases, si las clases explotadoras tienen el derecho de explotar a los trabajadores, los trabajadores no tienen la libertad de sustraerse a la explotación; dónde existe democracia para la burguesía no puede existir democracia para el proletariado y los trabajadores".
Es por eso que, para nosotros comunistas (marxistas-leninistas) de Panamá, la conquista de la democracia es una tarea inmediata. Pero, no cualquier cosa rotulada de democracia. Sino que de una democracia de y para las masas trabajadoras y populares, diversa a aquellas representativas, capitalista o semifeudal, pero también a la vieja democracia popular de tipo europeooriental y asiática, pero que aun no será socialista plena. De ahí se concluye que la democracia que reclamamos sea una nueva democracia popular, dirigida por el proletariado y encaminada a la democracia socialista.
Por consiguiente, cuando sean maduros los tiempos para la conquista del poder político por la clase obrera, los campesinos y nacionalidades indígenas, y nos encontremos de cara al cuarteamiento vertical y horizontal de la vieja sociedad y de la anquilosada democracia representativa, burguesa semifeudal, la única posición que le queda al Partido de los proletarios es la de asumir la alternativa revolucionaria de clase, esto es la lucha frontal y en todos los planos al gobierno, a las instituciones burguesas, y el que ellas asuman la bandera de la guerra popular por la revolución de nueva democracia y de liberación nacional con perspectiva al socialismo.
Esta revolución de nueva democracia, como señala nuestro Programa político, tiene como motivo esencial suyo el "generar un nuevo orden democrático de convivencia política, social, económica, nacional y cultural". Mediante el cual vendrá al día una nueva nación, basada en la igualdad, mutuo reconocimiento y fraternidad entre las capas inferiores de la minoría blanca tradicionalmente dominante, las capas afroistmeñas y las diversas nacionalidades aborígenes, integradas social e ideológicamente en la clase obrera. Una nación auténticamente panameña, coronada por un Estado democrático y multinacionalitario, libre, como pasaje inevitable hacia la convivencia inter-nacional socialista y dentro de una comunidad de los pueblos del mundo.
Como hemos venido sosteniendo para resolver el problema nacional en Panamá, en su doble vertiente como neocolonialismo al exterior y colonialismo al interior, en Panamá debemos llevar a vencer a una revolución agraria nacional. Esto es, romper el monopolio privado imperialista y semifeudal sobre la tierra principal obstáculo a la completa liberación de los campesinos de las viejas ataduras de las relaciones de producción feudales y a la liberación nacional de las nacionalidades indígenas. La teoría marxista-leninista ha afirmado y la práctica revolucionaria rusa y china confirmado: Primero, que sólo con la firme y perdurable alianza de las masas campesinas y las masas de las nacionalidades indígenas se podrá llevar adelante tal revolución agraria democrática consecuentemente; Segundo, que el único camino justo para romper el dominio de tan poderosos enemigos de clase y nacional de las masas campesinas e indígenas es la guerra campesina de larga duración; Tercero y no de secundaria importancia, el que tal guerra agraria revolucionaria ligue su destino a los de la revolución de nueva democracia con perspectiva al socialismo y bajo la dirección de la clase obrera.
Se trata de que ellas tomen el poder político del Estado, mediante lo cual puedan realizar integralmente el programa mínimo de la revolución democrática. Sobre todo en su apartado relacionado con la resolución de las necesarias transformaciones políticas y económicas inmediatas y realizables.
¿Cuáles son estas transformaciones inmediatas y realizables hoy día? El reconocimiento, plasmada en la nueva Carta Magna Democrática, de la plena igualdad y disfrute de sus derechos políticos y nacionales, y respeto a sus costumbres y culturas tradicionales. En primer lugar, al pleno disfrute de su derecho a la autodeterminación nacional, incluyendo ese a la separación política. Así como se les otorgue integral autonomía territorial nacional, regional o comarcal, al autogobierno y a la autoadministración de sus propios asuntos económicos, políticos y culturales, como a recibir la enseñanza en su propia lengua materna sin restricción alguna y según su propia voluntad soberana libremente expresada.
Al expresar en la formula restrictiva de "libremente expresada" quiero decir que las clases revolucionarias devenidas nuevo poder político rechazan radicalmente toda política paternalista y racista, semi-feudales o burocrático-capitalista eventualmente, de asimilación forzada abierta o disfrazada, de segregación nacional, social y cultural en relación con dichas nacionalidades aborígenes.
Este programa nacional al reconocer que el idioma español es la lengua del invasor y de sus descendientes dominantes aún, la cual se le ha impuesto sin tomar en cuenta para nada su voluntad soberana, también reconoce y establece el mismo debe ser eliminado como lengua nacional oficial o, por lo menos, se establezca el carácter multilingüe del Estado Multinacionalitario de Nueva Democracia. http://www.kaosenlared.net/noticia/partido-comunista-marxista-leninista-panama
No hay comentarios:
Publicar un comentario